La neblina atraviesa Femés en una noche de noviembre. Tres siluetas se adivinan en el interior de una vivienda en la que hay aparcado un Segway en la puerta.
- Diremos lo de siempre, ¿no?
- Pues claro. ¿Y qué remedio nos queda?
- No sé, estoy harto de hacerme pasar por imbécil delante del juez.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué vas a hacer? ¿Cantar?
- Sí, claro, una folía. Solo digo que estoy harto de…
- Mira, Antonio, déjate de historias. Cuando nos hicimos los tontos de verdad fue cuando dimos esas licencias.
- Pues ya es suficiente, ¿no crees? Mira cómo estamos, a punto de entrar en la cárcel. Y todo por…
- ¿Todo por qué? ¿Por vivir como reyes? ¿Por tener más de lo que jamás soñamos tener?
- Ya, José Francisco, ya, pero dime, de verdad, ¿no te dan ganas a veces de contarlo todo?
- Estuve a punto una vez y me arrepentí. Esta gente es peligrosa, Vicente, tú lo sabes.
- Ya. Pero joder, se llevó 800.000 euros en una mañana solo con estas parcelas. ¿Cómo es posible que…?
- ¿Que no lo hayan pillado? Pues porque aprendió y mucho de Dimas. A llevárselo crudo y también a no hacer las cosas como las hacía él, que era un loco. Aprendió que no había que dejarse llevar con algunas cosas y que los negocios son lo primero.
- Puto cangrejo.
- Cuanto más tienes, más difícil es que te pillen. Y él tiene mucho.
- Pues más rabia me da que estemos aquí solo nosotros tres, pagando el pato por él.
- Sí, pero ya sabes cuál es la alternativa. El fin.
- Es terrible que prefiramos pudrirnos en la cárcel antes que contarlo todo. Mira lo que pasó en Arrecife, el carapapa cantó y Matías cantó, y seguro que van a escapar.
- El carapapa y Matías no se enfrentan a lo que nos enfrentamos nosotros, tenlo claro.
- No sé. Espero que sea así. Espero que merezca la pena este silencio de los cangrejos.
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