Querido Agustín:
En 2018 se cumplirán 30 años de tu marcha. Una desaparición que fue muy sentida entre nuestro equipo por los estrechos lazos sentimentales que te unían a Lancelot y porque, como escribimos aquel triste mes de agosto de 1988, fuiste uno de los hombres “más pertinaces en la defensa de Lanzarote y su integridad”.
Por eso se me hace tan difícil escribirte esta carta. Porque no consigo sacarme de la cabeza aquella portada que te dedicamos en febrero de 1986 y porque no puedo evitar sentir que estamos traicionando todos aquellos ideales a los que dedicaste tu vida. Lejos, muy lejos quedan, Agustín, aquellos tiempos donde Lancelot era un proyecto de periodismo independiente que defendía un modelo sostenible y sensato para Lanzarote.
Cuando te fuiste escribimos esto en nuestra editorial: “Agustín vivió convulsionado los últimos años de su vida ante el desmoronamiento de una Lanzarote que ya no era la suya, deslizada por la pendiente del negocio turístico-inmobiliario, y desapegada de sus valores tradicionales. Quizá por ello era Agustín tan duro con los que, olvidando el pasado, acaso no pensaban más que en su propio y próspero futuro”. ¡Qué vergüenza, Agustín! ¡Qué profunda vergüenza sentimos al ver que Lancelot se ha convertido exactamente en todo aquello contra lo que luchaste, en todo aquello que hizo que tus últimos años fuesen convulsos!
“Estamos en trance de sufrir otras pérdidas que los próximos años nos irán confirmando inapelablemente”, escribimos en aquel editorial. ¡Quién nos iba a decir que la mayor de las pérdidas que íbamos a sufrir los responsables de esta revista/televisión era nuestra dignidad como profesionales del periodismo! Sabemos que allá donde estés nos estarás mirando con el mismo gesto serio de aquella portada del 86, enfadado, indignado, asqueado de comprobar que el medio que quisiste y que ayudaste a crecer se ha convertido en una agencia de manipulación informativa al servicio de los especuladores que tanto despreciabas.
No quiero ni imaginarme la dureza de tus palabras si llegas a vernos ensalzando a los corruptos a los que repudiabas y alabando las bondades de los hoteles ilegales, de los puertos deportivos ilegales, de las bodegas ilegales. Y no quiero ni pensar en tu reprimenda de habernos visto atacar y difamar a los continuadores del legado de César Manrique, empezando por su Fundación. Hasta tal punto, querido Agustín, hemos cruzado el Rubicón. Un hombre sabio y erudito como tú conocía perfectamente el origen de esta expresión. Julio César pronunció su “Alea jacta est” justo antes de cruzar el río Rubicón, sabiendo que esa decisión iba a acarrear una guerra civil. Y nosotros también dijimos “La suerte está echada” cuando aceptamos convertirnos en escribanos de Juan Francisco Rosa y sacrificar en los altares del dinero los más sagrados preceptos de nuestra profesión.
Hasta siempre, Agustín. Espero que algún día seas capaz de perdonarnos.
Con afecto,
Jorge Coll
Comentarios
Se puede ser ángeles utópicos y ucrónicos, allá cada cual, porque nada tiene carácter absoluto, pero no se puede vulnerar el respeto que merece todas las personas, amparados en derechos fundamentales.
Pero poco se puede decir a determinados caníbales que aún andan sueltos por esta tierra.