Hace tiempo que el Lamelot decidió dejar de disimular y mostrar a las claras qué intereses económicos y políticos defiende, pero lo hace de manera tan descarada que resulta hasta cómico repasar sus páginas repletas de propaganda y lamidas de trasero.
En el último número, una pareja de jóvenes “promesas” políticas se reparten los lametones. Por supuesto, el presidente mimosón del Cabildo se lleva los mejores, que para algo es el niño bonito de Juan Francisco. Le acompaña esta semana la simpar (gracias a Dios) Astrid Pérez, que al parecer ha obrado al fin el milagro económico en los Centros Turísticos.
Es lo bueno que tiene la falta de rigor y lo fácil que es contar una media mentira en asuntos económicos, que puedes decir que ha “atajado” las pérdidas a la mitad sin que nadie note el tongo. De vergüenza.