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Creado en 22 Febrero 2012 0 Comentarios

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El Cabildo de Lanzarote, a través de su Servicio de Publicaciones, ha lanzado la primera edición de “El Evangelio según San Ginés”, una recopilación de pensamientos y vivencias del presidente de la primera corporación insular.

“Los últimos serán los primeros”. Así comienza el primer libro escrito por Pedro San Ginés, que aspira a convertirse en un best seller en la próxima feria del libro de Madrid, y que narra los últimos años en la vida de un chico sencillo y humilde de Arrecife que terminó convirtiéndose en Rey de los lanzaroteños.

Según su autor, “las presiones de mi entorno para que pusiera por escrito todas mis reflexiones han sido muy fuertes, y en cierto modo me he visto obligado a hacerlo. Ahora que lo veo terminado, creo que es un libro que enriquecerá la vida de mis conciudadanos y que alumbrará el camino para todos los jóvenes que quieran dedicarse a la política”.

El libro, escrito en tercera persona, recoge en un lenguaje popular y cercano algunos de los episodios más relevantes de la vida del presidente. Citamos a continuación algunos ejemplos:

Reunión del consejo. Cuando se hizo de noche, se reunió el consejo político de Coalición Canaria. Sus compañeros le preguntaron: “Si tú eres nuestro Salvador, dínoslo”. Él les respondió: “Si os lo digo, no creeréis; y si os pregunto, no responderéis. Pero desde ahora, el Hijo de Titerroy estará sentado a la diestra del Poder de nuestro Dios”. Todos dijeron: “Por consiguiente, ¿tú eres el Hijo de Titerroy?”. Él les respondió: “Pues sí, yo lo soy”. Ellos exclamaron: “¿Qué necesidad tenemos ya de continuar el consejo? Hágase pues la voluntad del Señor de Uga” (SG 22, 19,48).

Parábola del carabinero. Durante la cena, Juan Francisco se burló de algunos de sus hermanos porque no sabían pelar los carabineros. Entonces Pedro le dijo: “¿Te burlas de tus hermanos por no saber comer el marisco cuando tú no sabes ni pronunciar la palabra ‘subnormalito’? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame que te saque la paja del ojo’ cuando tú mismo no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!” (SG 15, 3,17).

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