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Desde que Dimas lo adoptó para esbozar el garabato ideológico del PIL, Manolín el Facha se ha consolidado como uno de los grandes chupópteros de las instituciones lanzaroteñas. Amparado en su imagen excéntrica de intelectualoide, escupe con igual soltura su discurso independentista canario como su teoría de que Lanzarote necesita más hoteles, con la misma locuacidad y delirio con la que lo hace su líder político.

Últimamente le ha dado por regalarnos extraños artículos de opinión en los diarios locales, donde descarga sus obsesiones judío-bereberes y presume, sin el más mínimo rubor, de los viajes de “confraternización” que se pega con cargo al presupuesto del Cabildo.

Y no es que dudemos de la eficacia del trabajo sucio que hace para el PIL, pero son ya demasiados años los que este oscuro personaje lleva viviendo del cuento y del dinero de todos los lanzaroteños con la excusa de ser “asesor” en alguna de nuestras instituciones, y no creemos que sea posible hablar de regeneración democrática ni de limpieza en nuestros gobiernos mientras los padrinos políticos sigan sustentando a vividores de esta calaña.

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