Observe detenidamente estas dos imágenes. Dedíquele un tiempo, no tenga prisa. Podrían parecer simplemente dos parejas distintas, pero en realidad, si uno le pone la suficiente atención, descubrirá que en realidad se trata de dos islas distintas.
La primera isla, la de arriba, para empezar es multimillonaria. La fortuna que poseen esos dos individuos es de tal calibre que, si conociésemos la cantidad de ceros que tienen sus cuentas corrientes sentiríamos una mezcla entre envidia y vergüenza. Por supuesto, si además tuviésemos conocimiento de cómo han conseguido ser tan ricos, la envidia sería menos y la vergüenza más. Pero mira tú por dónde que ya tenemos alguna pista de cómo han amasado sus fortunas. El de la izquierda, que es abogado, se ha enriquecido asesorando a alcaldes y empresarios sobre la mejor manera de esquivar la ley para poder sacar adelante sus proyectos urbanísticos. El de la derecha, que es empresario, se ha hecho de oro sacando adelante proyectos urbanísticos de dudosa legalidad (por decirlo de una forma elegante) gracias al asesoramiento jurídico del de la izquierda.
Pero volvamos a la foto. Los de arriba parecen inquietos, es como si uno se los imaginara movíendose nerviosamente, como si los acabaran de pillar robando algo. El abogado mira a la cámara como un Mourinho cualquiera que hubiese dicho a sus jugadores: ya saben cuál es la estrategia para este partido, defender y transmitir que el problema es que nos tienen envidia. El empresario parece un Eto´o descolorido que trata de asimilar la táctica de su técnico y que se limitó a comentar a los periodistas que “los que hacemos algo tenemos que pagar las consecuencias y eso es así”. Cualquiera pensaría que se le olvidó decir “extraño” detrás de “los que hacemos algo”, pero no, sólo era su manera de explicar que si eres un empresario emprendedor, modélico y trabajador, lo normal es que la justicia te persiga.
El empresario es tan rico que hasta se compró una televisión, donde unos empleados suyos que dicen ser periodistas tratan de justificar los negocios que él perpetra. De la operación judicial se deduce que en la isla algunos tienen tanto dinero que incluso pueden comprar políticos, que a su vez compran asesores que también se dedican a justificar los negocios del empresario, metiendo comentarios en los periódicos digitales para apedrear a quien ose discrepar de la bondad de sus proyectos. Y por decir, hasta hay quien jura y perjura que algunos son tan poderosos que incluso compran personas, a quienes dan una limosna para ganarse sus buenas palabras.
Los de la foto de abajo no son millonarios. Uno es juez y el otro fiscal. Caminan como si supieran exactamente dónde van a poner el pie en cada paso que dan, con un aplomo que asombra. Cuesta creer que esto pueda ser así, pero ese juez y ese fiscal, por algún motivo que se escapa al entendimiento de este mundo moderno donde lo que cuenta es la pasta, decidieron hacer bien su trabajo al margen del origen y la condición social de los investigados. Y sabiendo cómo funciona este mundo moderno, donde no olviden que lo que cuenta es la pasta, no sería descabellado pensar que hacer un trabajo tan fino contra los intereses de unos individuos tan ricos no debe ser sencillo, y menos en un sitio tan pequeño como Lanzarote. Para colmo, el juez y el fiscal no tienen la suerte de poder comprar televisiones, políticos ni personas, y sus únicos aliados potenciales son los ciudadanos que, desinteresadamente (que quiere decir con desapego y desprendimiento de todo provecho personal) defienden la legalidad y sueñan con una isla más justa e igualitaria.
Al margen del color de los fondos, y al margen de que en la imagen de arriba sea de noche y en la de abajo de día, la foto de los millonarios desprende un tufillo a oscuridad, recovecos legales, ofrendas a San Chullo, reuniones secretas y decrepitud. Todo lo contrario que la foto del juez y el fiscal, radiante, fresca, limpia, como si fuera un símbolo de esa Lanzarote digna con que algunos ilusos sueñan. Nosotros nos quedamos con la isla que nos ofrecen esos dos hombres valientes.