La promotora

El caso Unión ha permitido corroborar la sospecha que teníamos desde hace años: el PIL es el partido que ha llevado más lejos su deseo de aprovechar los cargos públicos para enriquecer a sus miembros y, particularmente, a su esquizofrénico líder. Tan lejos que no sorprende que haya quien diga que ni siquiera es un partido político, sino una organización de delincuentes que, bajo la excusa de trabajar por lo público, se han hecho ricos a costa de saquear las instituciones democráticas.

Aun con todo, lo peor no es que hayan metido la mano sistemáticamente en la caja, ni siquiera que fruto de ello hayan dejado sin resolver necesidades importantes de los ciudadanos de esta isla.

Lo realmente grave es el esfuerzo continuo que han hecho para convencer a toda una generación de lanzaroteños de que la política es un estercolero donde la honradez no puede existir. Lo verdaderamente terrible es la sangre fría con que han organizado campañas difamatorias contra quienes osaron denunciar o enfrentarse a sus sucios negocios. Lo absolutamente demencial es comprobar hasta qué punto se han atrevido a sembrar la mentira y la desconfianza para defender su maquinaria corrupta. Lo triste es constatar lo verdes que han pillado a los habitantes de esta isla, unos dejándose comprar por un enchufe, y otros sin capacidad de reaccionar como era menester para expulsar de la vida pública a esta panda de descerebrados sin escrúpulos.

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