El caso Unión ha venido a destapar una pequeña parte de la historia de Lanzarote que comenzó allá por el año 1983, cuando un joven Dimas Martín se hizo alcalde de Teguise robándole un concejal al PSOE, que había sacado mayoría absoluta. Desde aquel momento, la maquinaria dimista se puso en marcha en una democracia que no estaba preparada para alguien que mostró tan pocos escrúpulos a la hora de mantenerse en el poder y enriquecerse desde él.
Lo ocurrido en la política insular desde ese instante ha girado en torno a él. La lista de compañeros de partido exiliados es extensa: Cándido Reguera y Lorenzo Lemaur compartieron plancha en UCD en 1987; Julio Romero, Juan Carlos Becerra, Pedro de Armas, Mª Isabel Déniz, Inés Rojas, Sergio Machín y muchos otros tuvieron a Dimas cerca y aprendieron lo necesario para sobrevivir en la política conejera: cómo conseguir los votos y cómo sacar tajada personal.
En esta isla, desde hace 27 años, todo el mundo sabe quién es Dimas y a qué se dedica, pero lo habitual ha sido mirar para otro lado y justificar lo injustificable mientras compartiera un poco de su poder. ¿Puede haber un cambio en la más que desprestigiada política insular mientras exista un partido como el PIL, a las órdenes de un político como Dimas? Está claro que la limpieza no terminaría ahí, pero después de la Unión pocas dudas quedan de que el PIL en las instituciones es garantía de corrupción desenfrenada.