El colilla sigue cuesta abajo y sin frenos en su disparatada carrera hacia la manipulación informativa total. Después de pasarse años tratando de comernos el coco con la farsa de los campos de golf, los centros comerciales, los puertos deportivos y, en general, con todos los negocios de los dueños de su semanario, ahora ha llegado el turno de defender a capa y espada los hoteles ilegales (incluido, claro está, el Princesa Yaiza, propiedad de su amo el Sr. Rose).
Los argumentos que utiliza para intentar justificar por qué hay que legalizar los hoteles demuestran que el Tio Coll trata a sus lectores como imbéciles descerebrados. Cosas como “es que son los hoteles más modernos” (tremendo argumento para un hotel con 7 plantas más de las permitidas) o “es que sólo le falta un papelito” (sí, claro, el papelito que decía que no se podía construir porque la moratoria no lo permitía) dejan a las claras que el director del Lamelot sufre un proceso neuronal degenerativo que sólo le permite discurrir en función de los deseos de los empresarios gracias a los que mantiene su chalet.
La imagen que ofrece se parece cada vez más a la de un viejo carca que se pasa el día enfadado con los “ecologistas iluminados” y con cualquiera que pueda poner en riesgo que sus jefes y amigos se sigan llenando de euros. Y lo peor no es que se haya convertido en un cascarrabias chocho y decrépito, sino que lo refleje tan claramente ante las cámaras y en su panfleto de propaganda rosa.