Es sabido que nadie escribe tan mal como los defensores de ideologías que envejecen, que nadie ejerce su oficio con menos pulcritud y cuidado. Eso decía de algunos periodistas Harry Haller, el lobo estepario de Herman Hesse. Y en Lanzarote puede comprobarse cada vez que el Lamelot abre la boca para hablar de la lucha contra la corrupción y el crecimiento turístico.
Tenemos en esta isla un grupo de periodistas que tienen la curiosa costumbre de difamar a los demás por hacer lo mismo que ellos hacen. Son ellos, que escriben al dictado de quien les paga, quienes acusan de estar manipulados a cualquiera que ose contradecir las tesis del poder económico que les sustenta.
Curiosamente, la mayoría de ellos se han ido aglutinando de manera natural en torno a la revista y la televisión de John Francis Rose, el empresario que aspira a batir el récord de imputaciones por corrupción en la isla. Y son ellos quienes vomitan sus presuntas opiniones para defender una ideología, la neoliberal, que no entiende de límites ni de leyes, y que envejece a la misma velocidad que nuestros periodistas de la corrupción.